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Diciembre 16, 2008 La Gran Depresión del siglo XXI inaugura "la administración Obama". Wim Dierckxsens Tomado del sitio web "www.observatorio crisis.com La crisis actual como crisis civilizatoria Una dimensión fundamental en la actual crisis sistémica, en la opinión de Samir Amin, "Débâcle financière, crise systémique : réponses illusoires et réponses nécessaires", ( www.observatoriocrisis.com ) es el acceso cada vez más difícil a los recursos naturales, si se compara la situación de hoy con la de hace siete décadas. Durante la Gran Depresión del siglo XX, la escasez relativa de los recursos naturales nunca fue un elemento a tomar en consideración. El actual sistema consumista de producción impide para la mayoría de los habitantes de este planeta -los pueblos de los países del Sur- el acceso a sus recursos naturales. En tiempos pasados un país emergente podía satisfacer su demanda de recursos sin poner en discusión los privilegios de los países ricos. Sin embargo, en la actualidad esto ya no es el caso. Los países ricos- un 15% de la población mundial- acapara anualmente, por su estilo de vida y patrones de consumo, el 85% de los recursos del planeta. Ante la creciente escasez, los países ricos difícilmente van a permitir que países emergentes accedan más a sus propios recursos. El conflicto por los recursos naturales entre Norte y Sur constituye por lo tanto el eje central de la lucha actual y de tiempos venideros. Es un hecho estratégico para la lucha de los países del Sur que dichos recursos suelen estar concentrados en el propio Sur. La crisis financiera y la crisis en la economía real impulsarán una mayor desconexión del Sur del proceso de globalización, es decir de la influencia económica del Norte desarrollada bajo la globalización neoliberal. La desconexión del Sur le permite una mayor proyección de su economía en beneficio propio y potencialmente una reconexión con las necesidades populares. Un menor acceso de los países del Norte a los recursos naturales no permite sostener el estilo de vida de Occidente basado en el consumismo. Se demandará una des-materialización absoluta en la producción. La misma se traduce en un alargamiento de la vida media de los productos. La rotación del capital disminuye con ello. Con ello se llega al límite mismo de la lógica de acumulación del capital. Un recurso natural especialmente estratégico que actualmente está agotándose, es la energía de origen fósil. El proceso de globalización neoliberal, con su criterio de la eficiencia, ha duplicado la distancia del transporte de bienes y con ello la demanda de recursos energéticos. La demanda de petróleo ha superado en los últimos años la capacidad de su producción, es decir, su oferta. La sustitución en gran escala de energía fósil por otras fuentes energéticas es la opción del capital y no pretender cambiar el estilo de vida occidental, garante del proceso de acumulación de capital. La sustitución de petróleo por hidrocarburos en los últimos años implicó un alza del precio de los alimentos básicos. La consecuencia es una crisis alimentaria crónica en los países del Sur. Cuando estalló la crisis alimentaria en los últimos dos años, el capital no veía necesidad de intervención estatal para enfrentarla. La muerte lenta de las mayorías por hambrunas no significa una crisis real para el capital. Solo una crisis de la tasa de ganancia lo es. Así se encadenó el último año la crisis de recursos energéticos con la crisis alimentaria, generando una crisis de la ética. Socialismo o Barbarie: ¿mito o realidad? Si ya no hay recursos naturales suficientes para poder garantizar en el futuro el estilo de vida occidental para el 15% de la población mundial, ¿que sucede si países emergentes como Brasil, Rusia, India y China (el llamado BRIC), así como el Sur en su conjunto, aspiran tener un mayor acceso a dichos recursos en beneficio de su destino propio? Si con este estilo de vida no hay recursos suficientes para una minoría, menos lo habrá para los países emergentes que aspiran tener ese mismo estilo de vida, como es el caso de China por ejemplo. No habrá acceso exclusivo seguro a estos recursos sin control militar del propio planeta. Para EEUU y Europa ya es política y lo continuará siendo con la administración Obama, evitar lo más que sea posible verse recortado en su acceso a esos recursos. Si fuese por poder adquisitivo, China tendría hoy en día más capacidad de acaparar tales recursos. Cuando la capacidad económica de Occidente no basta, la amenaza de guerra tiende a incluirse como recurso político, incluso durante la administración Obama. El pacto trasatlántico con la OTAN, incluyendo a Israel, puede ser la vía para garantizarlo en los años venideros. Europa queda, sin embargo, en medio de un posible conflicto, hecho que resta fuerza a la tesis de la OTAN. En este contexto, Edward S. Herman y David Peterson ("La ménace d'une guerre nucléaire augmente") han subrayado recientemente que las principales amenazas actuales sobre el planeta son una guerra nuclear y el calentamiento global. Sobre papel, la guerra nuclear puede ser evitada fácilmente afirman los autores. Evitarla implicaría un bajo costo y el desarme más bien libraría recursos para mejorar las condiciones de vida de las mayorías excluidas actualmente. La lucha contra el calentamiento global en cambio ya no podemos evitarlo y resultará muy costosa. Sin embargo, eliminar la amenaza de una guerra nuclear y una política de desmilitarización va en contra de los intereses del conjunto del complejo industrial militar y los intereses privados de los países centrales. En la actualidad han sido precisamente esos intereses privados que pesan en la toma de decisiones políticas. Lo anterior no deja mucho espacio a la administración Obama. La pregunta es, bajo cuáles condiciones nos permite evolucionar hacia un nuevo orden mundial más justo y equitativo y con respeto hacia la naturaleza. La respuesta más probable es que esta transición no se da sin lucha de clases a nivel internacional y sobre todo entre Norte y Sur. Alexander Cockburn, en "Lo peor de Clinton, con Obama", (www.rebelion.org ) señala que el nombramiento de Rahm Emanuel como jefe de gabinete y guardián de Obama es ciertamente un nombramiento tan siniestro como, cuando Carter instaló al archi-guerrero de la guerra fría Zbigniev Brzezinski como su Asesor Nacional de Seguridad. Lo considera un súper halcón belicista del Likud. En su trabajo en la Casa Blanca de Clinton, Emanuel ayudó a hacer aprobar el NAFTA, la ley del crimen, el presupuesto equilibrado y la reforma de la asistencia social. Estuvo a favor de la guerra en Iraq, y cuando presidió el Comité Demócrata de Campaña Electoral del Congreso en 2006 hizo grandes esfuerzos por derribar a candidatos demócratas contrarios a la guerra. En 2006, Emanuel acababa de publicar un libro junto con Bruce Reed llamado "The Plan: Big Ideas for America", con una sección concentrada en la "guerra contra el terror." Emanuel y Reed escribieron: "Tenemos que fortalecer 'la delgada línea verde' de los militares en todo el mundo, aumentando las Fuerzas Especiales y los Marines de EE.UU., y expandiendo el ejército de EE.UU. con otros 100.000 soldados... Finalmente, debemos proteger nuestra patria y nuestras libertades cívicas creando una nueva fuerza interior de contraterrorismo como el M15 de Gran Bretaña." La opción de Emanuel parece apuntar a la Barbarie. Las complejas dimensiones de la crisis que incluyen los actuales y eventuales acontecimientos bélicos nos colocan en medio de una crisis de la humanidad. Estas dimensiones juntas, en las que se conjugan el conjunto de sus contradicciones, marcan los límites históricos del capitalismo. La conjugación del conjunto de las contradicciones es expresión de los límites históricos del sistema vigente y se manifiesta por ello como una crisis de civilización. EEUU no dispone de recursos económicos para ir a una guerra más amplia ni hay mayor disposición de los países acreedores, como veremos a continuación, de seguir financiando a EEUU. Lo anterior pone límites objetivos a una nueva conflagración mundial. Sin embargo, incluso excluyendo el estallido de una guerra de gran amplitud, existe en el presente la amenaza concreta de una guerra atómica. Esto es algo casi excluido de nuestras discusiones, pero que pueda imponerse durante la administración Obama como un hecho real. Una guerra atómica en medio de una profunda crisis resaltará lo irracional de la racionalidad económica vigente. Un desarrollo prolongado de la crisis en sus diferentes dimensiones económicas, ecológicas y militares, que amenazan toda la vida en este planeta hará cada vez más manifiesta la actual crisis como una verdadera crisis civilizatoria. Una humanidad que renuncia a toda la vida perdería el derecho a la existencia. En medio de tal crisis civilizatoria emergerá la ética de la vida. En una tal crisis el dilema de "¿Socialismo o barbarie?" no solo está planteado de manera inmediata, sino se inclinará por el primero. Alain Gresh en su artículo "El consenso de Pekín" (Le Monde Diplomatique, Noviembre de 2008, pp4-5) especula que en el contexto de la crisis civilizatoria el "Consenso de Washington" tiende a ser reemplazado por un llamado "Consenso de Pekín" o "Consenso del Sur" que apunta a la autodeterminación en las decisiones y el rechazo a las imposiciones de potencias occidentales; a la prevalencia de la calidad de vida sobre el Producto Interno Bruto y un acento mayor en la innovación. Aunque los términos del planteamiento son debatibles, queda claro que como nunca desde la descolonización, los países del Sur tendrán la oportunidad histórica, como lo prueban las cumbres del BRIC, de llevar a cabo políticas independientes y encontrar socios no alineados con el imperio. Se tejarán así nuevas relaciones más horizontales en un mundo multipolar. Cuando la"Torre de Babel del siglo XXI" se desploma El mundo capitalista se encuentra entonces ante una crisis sin precedentes. Según J. R. Nyquist ("Hitting the bottom" 31 de octubre de 2008 ( www.financialsense.com ), pareciera que los políticos han perdido todo el control. Sin embargo, el autor sostiene acertadamente que los políticos nunca tuvieron el control sobre la llamada "economía de mercado". "La economía de mercado" es una criatura de si misma, con sus propias leyes que no responden a políticas de intervención. El descomunal tamaño que ha alcanzado la economía financiera con respecto a la economía real en los actuales tiempos es de diez a uno, fenómeno que ha ido de la mano con una creciente internacionalización de las economías y procesos de desregulación e integración financiera. Ante la crisis son ahora los mismos especuladores que demandan de sus gobiernos que han de "arreglar" la economía. Lo piden para salvar sus ganancias aunque lo plantean como si fuera en beneficio del Bien Común. Claro los gobiernos tienen instrumentos. Pueden bajar las tasas de interés, pueden emitir dinero, pueden impulsar el flujo de crédito entre bancos, nacionalizar bancos en quiebra, etc. Todas estas medidas no evitan lo que viene: la Gran Depresión del siglo XXI. ¿Por qué? En palabras de Ludwig von Mises, "no hay forma de evitar el colapso final de un burbuja generada por una expansión monetaria en base de crédito (deuda). La única alternativa de evitar un colapso mayor es que la crisis se de más temprano como resultado de un abandono voluntario de la expansión de crédito (deuda). Esto hubiese sido posible a partir del colapso de la burbuja bursátil entre marzo 2000 y septiembre de 2001. Sin embargo a partir del 11 de septiembre, la Reserva Federal de EEUU, tuvo la política de bajar metódicamente las tasas de interés y optó así por estimular la burbuja más grande de la historia del capitalismo. Muchos países de Occidente y más allá siguieron el ejemplo. Al menos el 70% de la economía mundial enfrenta en la actualidad una crisis hipotecaria. El crédito, sin embargo, va mucho más allá. Hay una crisis de deuda privada (tarjetas de crédito), pública y empresarial. El resultado final será el fin del sistema monetario vigente. (Vea, James Glenn, "Once and for all", en (www.financialsense.com ). Si cada vez más autores afirman, con nosotros, que la actual crisis será peor que la Gran Depresión de los años treinta, la razón es simple: nunca hubo semejante burbuja financiera en la historia del capitalismo ni semejante integración financiera a escala mundial. Los derivados (que funcionan como crédito sobre crédito sin ninguna conexión ya con la inversión real), han sido el responsable principal de la magnitud de la burbuja y con ello de la crisis planetaria en marcha. La pirámide de crédito funciona mientras exista un constante influjo de fondos aportados por nuevos inversionistas a crédito, o sea, mientras se ensanche la pirámide. Conforme se ensancha el edificio, existe la ilusión que todos salen ganando. En esencia es un sistema de inversión donde la promesa y entrega de ganancias no dependen de la inversión real, sino de la llegada de nuevos inversores a base de nuevos créditos aportados. Más allá de la base de un capital real tratase de un edificio piramidal que se construye con puro capital ficticio. Mientras exista la fe que pueda hacerse real la ganancia, la pirámide se agranda. Para lograrlo se necesitaba mantener el gobierno fuera de los controles y así guardar la fe ciega en la obra. Los bancos centrales y en primer lugar la Reserva Federal tuvieron responsabilidad directa en el asunto (Vea, Luis Medina Ávila, "El encadenamiento financiero-especulativo"en Oikos, No 25, 2008, Santiago, pp9-34). Un sector financiero que se desdobla de la creación de valor en la economía real y productiva, es capaz de crear ganancia ficticia pero sin respaldo en valores reales. Cuanto más profundo sea el sistema financiero y más apartado esté de la creación de valor y plusvalía, cuanto mayor además ese crédito otorgado y en cuanto más países a la vez están involucrados en esa lógica, tanto más profunda, prolongada y extensa será la crisis y mayor también la destrucción de capital ficticio. Nunca antes en la historia moderna hubo semejante burbuja especulativa a través del globo. ¿Cómo pude irse tan lejos? ¿No habíamos aprendido de las recesiones anteriores? Las lecciones aprendidas con la crisis de los años treinta no nos han podido prevenir de una nueva depresión como se creía firmemente hasta hace poco. Ciertos viejos errores puedan no haberse cometido en la actualidad, pero se cometieron y cometerán hoy en día otros errores aún más graves. El mayor error, sin embargo, que se volvió a cometer es no lograr distinguir la diferencia entre ganancia y plusvalía. Una ganancia sin respaldo en la economía productiva por su contenido (hay servicios productivos), carece de plusvalía y con ello resulta ser una ganancia ficticia. El capital invertido en ello es capital ficticio (Vease Reinaldo Carcnholo y Paulo Nakatani,"Capital ficticio y ganancias ficticias"en (www.observatoriocrisis.com ). Esta distinción requiere entender la teoría de valor trabajo de Marx y por alguna razón los escritos de Marx están otra vez de moda. El capital así desarrollado tenía una existencia estrictamente virtual. Era como una cascada infinita de anotaciones contables y de registros electrónicos. Una pura ilusión, como al modo de un espejismo de riqueza. Tarde o temprano tenía que estallar este gigantesco edificio de nipes. (Véase, Luis Paulino Vargas Solís "La crisis tras bambalinas" en Agenpress). La amplitud de la crisis actual no tiene precedentes. Diferente a la Gran Depresión del siglo XX, la ilimitada expansión monetaria y el enorme déficit presupuestario está conllevando a colapsos de monedas y en primer lugar del dólar como moneda internacional. Diferente a la Gran Depresión, hoy incluso hasta países enteros pueden ir en bancarrota como pasa en la actualidad con Islandia Hungría y Ukrania y mañana eventualmente con países grandes como Italia. Diferente a la época de la Gran Depresión del siglo XX, el mundo está actualmente más integrado que nunca y una crisis en la economía real a escala global no salvará ni a los países con mayor empuje económico como China. Entonces, ¿que se puede hacer? ¿Caben aquí regulaciones? Las mismas, afirma François Houtart en "Panel sur la crise financiere ONU" ( www.observatoriocrisis.com ), solo calzan en tanto que constituyen etapas de una transformación radical que permite una salida a la crisis que no sea la guerra y que no prolonguen la lógica destructiva de la vida. Por lo tanto, no es suficiente reordenar un sistema, sino se trata de transformarlo. Es una obligación moral y para comprenderla se requiere adoptar el punto de vista de las víctimas. En el marco internacional, en primera instancia predominará el "salvase quien pueda", hasta quedar claro que con ello ni el capital dominante se salvará. En ese contexto suele triunfar con el tiempo la lucha a nivel mundial con ética solidaria y con ética del Bien Común. Ello implica reconocer y manifestar una convicción que el conjunto de crisis financiera, alimentaria, energética, climática de agua, social, etc, no se resuelve sino con un cambio civilizatorio y la convicción que podemos transformar el curso de la historia Por lo tanto es asunto muy político no limitarse a las dimensiones financieras de la crisis, sino considerar la misma crisis en sus múltiples dimensiones. Proteccionismo, colapso del comercio internacional y desenganche La gran crisis financiera desemboca en otra crisis gigantesca en la economía real. El diario Le Monde no se anduvo con vueltas, el lunes 27 de octubre de 2008, a la hora de graficar el estado de la economía mundial: Luego de anunciar en tapa, con título catástrofe, que las bolsas habían perdido la friolera de 25 billones de dólares desde su punto más alto, en las páginas interiores aportó una conclusión aún más lapidaria: "Los mercados bursátiles, chupados por el vacío". Los diarios ingleses del día siguiente le disputaban también la primera página con la noticia de que las pérdidas bancarias y financieras ya llegaban a los 2,8 billones de dólares. Hasta el Financial Times se metía en esta competencia 'catastrofista' para mostrar que detrás de las bolsas de Indonesia y Rusia - que habían perdido el 95 y el 76% de su capitalización- había una larga fila de países cuyos mercados de capitales se estaban desintegrando. El vicepresidente del Banco de Inglaterra no queda atrás al señalar que nos encontramos ante la mayor crisis en la historia de la humanidad (Vea, Jorge Altamira. "La crisis mundial sacude a la periferia capitalista" en Agenpress, 3 de noviembre de 2008). Con sus intervenciones de salvataje a los bancos y empresas transnacionales, la Reserva Federal de los Estados Unidos crea más capital ficticio para mantener la ilusión de un valor del capital que está a punto de derrumbarse. Lo hace con la perspectiva de tener en algún momento dado la posibilidad de aumentar fuertemente la presión fiscal, pero en realidad no puede hacerlo porque eso significaría el congelamiento del mercado interno y la aceleración de la crisis en tanto crisis real. Asistimos, pues, a una fuga hacia adelante que no resuelve nada (Vea François Chesnais, ob. Cit.). La administración norteamericana financia de esta forma su propia incapacidad de pago, lo que a su vez brinda más poder centralizador a la banca para definir el quehacer del gobierno en la crisis. El resultado es la profundización de la crisis en la economía real. Con la crisis financiera, nos encontramos apenas en la fase inicial de una crisis mucho mayor. La misma vislumbra ser muy larga y profunda. Ya tenemos por delante un segundo momento de la crisis: el proceso de propagación de la recesión. La última se transformará en una brutal crisis de superproducción a escala planetaria. En los Estados Unidos y Europa este proceso ya comenzó, pero se expandirá. Como la industria automotriz depende en mayor grado del crédito y este se ha visto reducir radicalmente, las ventas caen bruscamente y con ello golpea primero a este sector. Es ahí donde se anuncian ahora las quiebras con el desempleo masivo, la baja salarial, la inseguridad laboral, es decir, la crisis social. Luego se dará la crisis con las tarjetas de crédito y las ventas de todo producto y servicio caerán. Hasta los propios gobiernos tendrán dificultades crecientes de obtener crédito como veremos a continuación. El "Global Europe Anticipation Bulletin" (GEAB) en su 28 edición del 15 de octubre de 2008 afirma que la crisis sistémica global en 2009 será mucho más impactante que la crisis de los años treinta. Para ello dan algunas razones. La deuda pública de EEUU está fuera de todo control y se estima que alcanzará un 70% del PIB en el año próximo. Sin embargo, esta es apenas la punta del Iceberg, afirman. La deuda privada en EEUU puede alcanzar el 300% del PIB. Como consecuencia esperan para el año 2009 una profunda recesión. La intervención estatal en la economía real da inicio en la industria automotriz y sin lugar a dudas conllevará a medidas proteccionistas. Lo mismo sucederá en otros sectores considerados estratégicos como la aviación o la computación, por ejemplo. Con un mayor proteccionismo, la crisis se torna inmediatamente mundial. El proteccionismo es un "salvese quien pueda" a nivel del capital dominante que no los salvará. A partir del proteccionismo colapsará el comercio internacional afectando sobre todo al capital transnacional. La quiebra de las empresas transnacionales en el futuro cercano será impactante. En ese contexto, triunfará la tesis del desenganche del Sur y la posibilidad de generar un nuevo orden económico internacional. Si hasta la fecha la desconexión del proceso de globalización se ha logrado en América latina contra viento y marea, a partir de la crisis real a nivel mundial, esta recibirá viento en popa. La oportunidad y necesidad de la desconexión se dará en el mundo entero, generando un clima más favorable para un cambio profundo. El colapso del dólar y del actual sistema monetario en 2009 Sin crédito, afirma Christopher Laird en "Sobrevivir el próximo colapso del US Dólar" (www.globalresearch.ca ), las economías del mundo se contraen y malamente y así también la norteamericana. El crédito NO está volviendo. Cierto, oímos que la tasa Libor (tasa de préstamo entre bancos) ha mejorado. Pero estos prestamistas no están prestando. Ellos cubren sus propias necesidades y acumulan efectivo; tal como se ven obligadas a hacer las empresas desde que los mercados de crédito a corto plazo están congelados. Lo que eso significa para el US dólar es que, mientras el mundo pierde su motor económico y cae en una depresión económica, el muy abusado dólar pierde atracción de invertir en ella. Cuando la depresión económica se haga sentir, los déficit fiscales de Estados Unidos, que ya llegan al billón (trillón en inglés) al año, no tienen financiamiento ya que los socios comerciales dejaran de comprar notas/billetes del Tesoro. Entonces, el US dólar sufrirá el colapso. La introducción de un Nuevo Dólar deja a los tenedores del viejo dólar y todos los papeles (bonos) en esa moneda como papeles sin valor que puedan venderse a partir de entonces en apenas un 10% o tal vez menos de su valor nominal. El costo de este desastre lo pagaría todo el mundo que tenga tenencias en dólares, y no tanto el contribuyente norteamericano. Las estructuras de poder globales de EEUU permiten transferir de esta manera los efectos más nocivos de la crisis a países terceros y sobre todo hacia los países emergentes que poseen el 70% de las reservas internacionales. EEUU es el único país que tiene esa alternativa para hacerse frente a la crisis y no es nada improbable que utilice dicho mecanismo. La política tendrá el efecto de una bomba de neutrones en el mercado financiero internacional y arrastrará todo la economía global. Webster Tarpley en su artículo "Secret plan for IMF world dictatorship" (www.financialsense.org) advierte, en este contexto, de una tendencia durante la administración Barack Obama hacia un gobierno mundial donde EEUU no pierda el poder monetario. Hay un plan con el primer ministro británico Gordon Brown de crear un nuevo sistema monetario internacional con un gobierno global. No es un Bretton Woods II, como afirman, sino tratase de un intento de instaurar un poder mundial bajo su control que impondría sus políticas en todos los países, acabando con lo que queda de la soberanía nacional. Un Banco Central Mundial haría a su vez las regulaciones del caso para tener un control mundial sobre los recursos naturales. La política implicaría mayor austeridad, sacrificio, desregulación, privatización, salarios más bajos, lucha anti sindical y más libre comercio y una carrera sobrepasando todos los límites y prohibiciones de la tecnología avanzada. El plan implicaría una estrangulación de la humanidad para salvar el capital de Occidente. Es de esperar que Brasil, Rusia, India y China (los países BRIC) se opondrán a semejante plan. Estos países emergentes, junto con los países exportadores de petróleo, son los países acreedores. Los países occidentales y en primer lugar EEUU, son países deudores. Es poco probable que los deudores logren imponer tales condiciones a sus acreedores al menos no sin el recurso de la guerra. Es probable, afirma Salbuchi que las autoridades norteamericanas no logren imponer su criterio ni superar la crisis y económica. Entonces se plantea el tema en el plano geopolítico, promoviendo una mayormente generalizada situación de guerra global que permita pasar los efectos de la crisis a terceras naciones. Además de imponer limitaciones estrictas a las libertades internas en EEUU bajo pretexto de la grave crisis nacional, se intervendrá militarmente en diversas partes del mundo, y se moviliza al país (y sus aliados) hacia la defensa ante un enemigo creado. No se puede descartar un nuevo (auto) atentado en territorio estadounidense o contra intereses norteamericanos o de sus aliados en otras partes del mundo. Otra amenaza muy concreta y últimamente divulgada en la prensa oficial es un ataque unilateral contra Irán llevado a cabo por Israel tras recibir la luz verde para iniciarlo de EEUU. Luego arrastrará a EEUU en la consiguiente guerra. La geopolítica por la prevención de la guerra (nuclear) y por la paz será más necesario que nunca en los años venideros. | |
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martes, diciembre 30, 2008
La Gran Depresión del siglo XXI
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